30 marzo 2011

La princesona.

Cuando era pequeña era extremada, rematadamente cursi. Me gustaban los lazos, los vestidos, las lentejuelas, la combinación de todo lo anterior en verde y violeta... Era una niña horror.

Después pasé etapas monocromáticas, etapas de sólo pantalones, etapas sin pendientes, etapas para pegarme. Afortunadamente nunca fui seguidora fiel de la moda o mis fotos de los 90 tendrían que estar ya en la hoguera.

De pequeña nunca pensé que quería casarme. No era un pensamiento que considerara, no pensaba en el amor aunque lo viera en películas. En general el amor romántico me daba bastante vergüenza. Me daba vergüenza que me gustara un niño, me daba vergüenza la simple posibilidad de que yo le gustara a alguien, me daba vergüenza ver besos en las películas... La primera vez que me enamoré sólo tenía 13 años y me llené de pena porque pensaba "soy demasiado joven, es imposible que algo así logre sobrevivir". Lo triste no es sólo el pensamiento en sí, lo triste es que tuve razón. Las cosas cambian, las personas cambian. Eres de una manera y, de repente, la vida te pasa por encima y eres otra completamente distinta. Tienes los recuerdos, incluso sensaciones apagadas, ecos de quien fuiste... pero ya no eres así. Nunca quieres igual a dos personas, nunca la pena de amor es la misma y por eso mismo eres incapaz de vacunarte contra ella.

Hace años me descubrí fantaseando sobre mi boda. Miraba vestidos que me gustaban en los escaparates. Cuando me quedaba prendada de un paraje me imaginaba celebrando allí la fiesta con mi familia. Cuando comía en un buen restaurante soñaba con pedirles el cátering. Me deleitaba pensando en cómo me podría peinar, en cómo estar radiante...

Ahora tengo manchas en la piel, el pelo con canas, arruguitas profundas en la cara. Mi cuerpo jamás volverá a tener veintipocos años... y sé que poco a poco mi boda de cuento de hadas parece cada día la historia de una vieja triste que no sabía aceptar la edad que tenía. Me resulta terriblemente aterrador darme cuenta de que sigo queriendo lo mismo pero que yo ya no estoy para eso. Y me asusta aún más cuenta de que jamás lo estaré.

Ha resultado que yo no soy así. Cuando a las personas a las que yo amo las arrolla la vida lo que hace siempre es alejarlas de mí. Por profundos y sinceros que hayan sido sus sentimientos conmigo simplemente no duran. Y sinceramente creo que el futuro simplemente me espera con otra hostia, con otro "zas, en toda la boca" con el que volver a darme en los morros. Y aunque vivo esperando una señal diferente, un gesto distinto, me encuentro repitiendo lo mismo una y otra vez, pero ésta encima amargada de antemano y deseando que acabe ya el maldito sufrimiento.

Yo no estoy hecha para casarme porque creo que para querer casarte tienes que estar completamente loco de amor. Y por muy loca que yo me haya vuelto, nadie me ha querido a mí así jamás.

1 comentario:

David Ramos aka "Darwin" dijo...

Chikilla, esta no es la Cattz que yo conocí una vez y con la que jugaba partidas de Galactica. No se, me gustaria que hablaramos, estas mu pesimista.

Animese que no todo es como lo estás pintando. ;-)